martes, 6 de noviembre de 2012

Guido, Robin y compañia | Cultura

Hasta en el Evangelio de San Lucas se puede encontrar un salmo que dice de Dios que "derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos". Quita a los ricos para repartir entre los pobres. Anoche, miles de manifestantes marcharon por Londres, pero también por Túnez, Bogotá, Madrid y otras ciudades con las inevitables máscaras de 'V de vendetta' para celebrar la noche de Guy Fawkes y renovar el clima de descontento social, su oposición desafiante a lo que llamamos "el sistema". Antes, en España, nos pasamos el último verano nombrando a Robin Hood para ilustrar las actividades de Juan Manuel Sánchez Gordillo. Nunca antes, los personajes antisistema de la Historia y la cultura popular habían tenido tanto éxito como en este momento. Y que se preparen partidarios y detractores porque el repertorio es interminable. "En España están los bandoleros. Sí que hay en la literatura romántica española novelas de bandoleros. 'Jaime el Barbudo' es la que está considerada como primera de ellas. Precisamente, hay una buena edición realizada por dos compañeros míos en Editorial Caballo-Dragón (Sabadell, 1988). Los profesores Enrique Rubio y Mª Ángeles Ayala escribieron una extensa introducción y sabrosas notas", explica Miguel Ángel Auladell, profesor de la Universidad de Alicante. "En cuanto a la literatura catalana la novela que más me suena es la de 'Don Joan de Serrallonga', de Víctor Balaguer i Cirera, escritor romántico barcelonés, impulsor de la Renaixença catalana. Este tipo de obras tuvo gran éxito en su tiempo. Hoy se leen con algo de dificultad (el paso de los años no perdona), pero sí resultan atractivas para el lector interesado en el tema". Más: "En la cultura clásica hay una serie de personajes libertadores de esclavos, entre los que destaca Espartaco, claro. Lo que pasa es que no sé si son modelos que puedan trasplantarse a nuestra actualidad, porque éste es un descontento de clases medias, no de esclavos", explica el escritor Luis Antonio de Villena. "Y entre los árabes, le hablo de memoria, pero también había un genio que robaba a los ricos y repartía a los pobres en 'Las mil y una noches'. Pero, en realidad, no era un personaje que cuestionase el sistema, porque siempre se deja claro que si el emir roba es porque el pobre califa está despistado y no se entera de que su pueblo sufre". En los países eslavos están los 'hajduks', el equivalente a nuestros bandoleros serranos. En China, la tradición taoísta. Y hasta en Francia hay modelos parecidos. "La figura del bandido romántico o bien intencionado siempre tuvo mucho éxito en muchas literaturas. No veo grandes personajes franceses a lo Robin Hood, si los hay serían más de la tradición oral. En el siglo XIX sí que salió esa figura, bien de bandido, bien como aventurero, entre otros sitios, en las novelas de Hugo (Jean Valjean) o de Balzac (Vautrin). A principios del siglo XX, tenemos a Arsène Lupin. Aunque tampoco creo que tengan mucho que ver con Robin Hood, más allá de su posición fuera de la legalidad y del romanticismo que los rodea", explica el belga François Monti, traductor de litera española al francés. Y está el ya nombrado Robin Hood, claro. El mito eternamente renovado por el cine y los dibujos animados. "Me parece que vivimos unos tiempos bastante sencillos en los cuales mucha gente tiene muy claro quiénes son los malos y quiénes son los que tienen que pagar. De ahí quizás el éxito romántico de Robin Hood", prosigue Monti. "Digo romántico porque a la gente no les interesa la Historia, ni siquiera la historia literaria, sino la imagen popular y simplificada. Si no me equivoco, al principio, en las primeras versiones del mito, Robin Hood sólo era un ladrón, normal y corriente, y, a veces, un asesino. Luego su figura se romantizó, y se transformó en un noble (fíjese, un noble) robando a los ricos para dar a los pobres. O robando a figuras del poder para devolver a la gente el dinero de los impuestos. Esta figura romántica puede inspirar tanto a la izquierda como a la derecha tipo Tea Party (el dinero de los impuestos demasiado altos, eso sí que nos habla a t! odos después de lo de este verano...). A mi, me parece interesante como ficción. Como símbolo de acción política, me parece poco inspirador. Y de la idea de llamar 'Tasa Robin Hood' a un impuesto, mejor ni hablar...". "De Robin Hood tenemos una imagen más simpática por las películas. Un pillo, un saltimbanqui, Errol Flynn... Pero por eso, precisamente, me cuesta tomar en serio su valor político. Cuando era joven, Robin Hood era un personaje para niños, los adultos lo desdeñaban", explica De Villena. Y, la verdad, tenían un poco de razón. "Los bandoleros, los 'robin hoods', no son personajes con una entidad, con una conciencia suficiente para expresar una solución a la crisis en la que vivimos. Su solución es la de la bondad y la bondad está bien, pero el problema es más complejo. El otro día veía a una mujer estadounidense que decía que no iba a votar a Obama porque en vez de apoyar a la gente como ella, había dado dinero a los bancos. Quizá no supiera que, si hubiese hecho lo contrario, como Robin Hood, se hubiera hundido el sistema. Lo que hay que discutir es qué queremos hacer con el sistema". ¿Entonces? "En la Historia hay símbolos que me parecen más atractivos. Por ejemplo, los filósofos cínicos en la Antigua Grecia, Diógenes que vive al margen, se mofa de su sociedad. Le condenan al exilio y él dice que no, que es él el que expulsa a su sociedad, con su despilfarro", termina De Villena, que nombra al recién fallecido Agustín García-Calvo. ¿Y Guy Fawkes? Guy Fawkes no robaba a los pobres para repartirlo entre los pobres. Defendía intereses sectarios con el uso de la violencia puntual. Lo que solemos llamar terrorismo. El Guy Fawkes hoy venerado, en realidad, es la evocación que hizo de él Alan Moore, una mezcla de Diógenes, Espartaco y activista (o terrorista, que cada uno eliga) anarquista.

Fuente de la Noticias: Noticias de España

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